
Siete kilos seiscientos gramos de Corderito. Cocción de tres horas, adobado con un pincel de romero y el chimi que hace mi suegra.

No hay mucho más escribir, sólo recordar cómo comimos. Y para reventar, ensaimada mallorquina:

Un espacio para compartir los platos que preparo en pos de una alimentación más sana y natural. Un ejercicio que despierta un interés diferente a la hora de comer, donde el placer comienza en la elaboración de cada plato.
Luego, el arroz del bosque. No es cualquier arroz. Es integral. Cocción lenta, lentamente agregando agua y el toque de distinción con los hongos. Por eso le llamamos del bosque.
El vino sanjuanino, pero no resero. Finca Las Moras. Ciento por ciento Malbec. Proviene de un clima desértico, por lo que resulta de buen cuerpo, dosificado con delicados frutos rojos. Humo y vainilla redondean un excelente sabor y balance con un inteligente paso por roble.Postre. Sí, postre también. Frutillas, kiwis y pasas de uvas. La Ale es así, se mandó esta comida, balanceada, completa, diferente, inteligente, sabrosa. Tal como es ella. Yo no hice nada, bueno elegí el vino y me vacié la copa, y los platos. Ah, y subí esto al blog.
Los comensales invitados ya habían degustado este plato en un afamado restaurante especializado en fondiús, y han declarado que han comido mejor en casa.
Para el postre trajeron unas masas finas. Acompañadas con café tico (de Costa Rica) orgánico recién molido y con ron guatemalteco y licor de café. La foto final tiene ameritación en la paradoja de lo engordante de las masas y lo dietético del endulzante.
El plato fuerte, cerdo asado (insisto que no se trata de mí) con mozzarella, cebolla rehagoda y cebolita de verdeo.
La ensalada es de tomates, hinojo y hojitas de albahaca, todo rociado con aceite de oliva.
¿El vino? Tinto malbec.