
Tenía dos caminos. Uno, el común, el del macho argentino: reclamar y pedir la carne. A la plancha o la cama, pero carne sería necesario. No tomé este camino, porque no soy común ni ordinario (soy más ordinario, por eso soy extra-ordinario) y tampoco soy macho. Argentino sí soy, pero ya hablo una mezcla latinoamericana que se me pega, se me pega [y nunca despega (el tema del verano sí era más peligroso que el sol)]. Entonces tomé el camino dos. Corté los tomates y las aceitunas, los puse en el plato en un intento de decoración y tuvo su efecto: la hermosa sonrisa de la mujer más bella (un poco de frases cursis quedan siempre bien, siempre que uno lo sienta de verdad).
Vino Picada 15 de Neuquén. Carbenet Sauvignon de buen porte y mejor precio. De la nada, de un colifror, surgió una cena amena, cordial y feliz. Algo que está bueno vivir.