De alguna de las tantas parrilladas que solemos hacer, sobró la manta del pechito de cerdo. Alejandra recordó que la teníamos freezada, es increíble su manejo del inventario en freezer, mejor que si tuviera un programa de manejo de stock con lector óptico o cualquier otra tecnología similar.
Fue una tarde calurosa, pero que para cuando llegué de la oficina había calmado un poco y el frescor de las flores y el césped recién regado se mezclaba con la poca luz natural de un sol que fue perdiendo su candescencia para apagarse en un violeta interminable entre las pocas nubes que daban lugar algunas estrellas.
Las brasas daban su canto de rojo candente y allí fue vuelta y vuelta nuestra manta. Alejandra preparó una de sus ensaladas super enriquecidas con gomasio y semillas de girasol, mientras yo descorchaba un tinto de Finca La Linda.
La noche se apagó por completo cuando cerramos nuestros ojitos y con una sonrisa dibujada en el rostro, producto de una pancita llenita y el rojo nadándonos por dentro.
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